2011-05-23

"I'm singing in the rain... (8) "


22-5-2011_9:20a.m. apróx.

 
 
El cielo está exquisitamente nublado. Derrotadas almas humeantes conforman el campo de batalla de una guerra entre tonos blancos y grises. Una lucha por el monopolio cromático del firmamento.
Quizás por eso detesto los días soleados. Mientras el Sol se ocupa de lucir su magnífica figura luego de cada victoria (cual insulso monarca), la lluvia la protagonizan los combatientes muertos en el fulgor de la pelea, rindiéndoseles tributo al permitir que sus restos rieguen honorablemente la tierra, iniciando un nuevo ciclo hídrico y alcanzando la inmortalidad.

Mierda. Ganó el Sol.

2010-11-07

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2010-11-06


Fue espontáneo. Las lágrimas comenzaron a fluir y mis párpados no fueron lo suficientemente rápidos para detenerlas. Había perdido el control de mi glándula más tímida repentinamente. Estaba desconcertada ¿Qué había provocado ese llanto sin sentido?

Era totalmente ilógico, yo no solía llorar. Es más, nunca se me hubiera cruzado por la cabeza llorar un viernes por la tarde después del colegio. La semana de exámenes se había terminado y no tenía quejas de mi rendimiento. Fui a festejar a casa de Amiga1, donde experimentamos con el horno, hablamos de chicos y planificamos la salida del sábado. Fue una visita particularmente divertida, me despedí riendo.

Pero al llegar a la plaza camino a casa, mis ojos se descontrolaron de forma esporádica. Recuerdo mi último pensamiento antes del ataque. Era algo que Amiga1 había mencionado mientras descubríamos que la tarta había estado demasiado tiempo al fuego: “Tú nunca llegarás a ser chef”. Cuando lo oí por primera vez, solté una carcajada y asentí distraídamente con la cabeza. Pero luego, repasándolo en mi memoria, parecía como si el casual comentario de Amiga1 fuera una pesimista y destructiva mención hacia mi persona. Así que ¿Eran lágrimas de tristeza o lágrimas de felicidad? Me puse a reflexionar sobre su, a primera vista, inocente observación.

Ser chef había sido mi sueño de niña. Adoraba cocinar y probar nuevas recetas, darle mis “inventos” a Abuela y aplaudir cuando no los rechazaba. Al crecer un poco más, me dieron permiso para usar la cocina de verdad. Los resultados no complacieron a Padres tanto como a Abuela. Así que renuncié y decidí enfocarme en Economía, algo para lo que de verdad era dócil.

Otro sueño fallido, otra fantasía infantil destruída, como Papa Noel y el Hada de los Dientes.

Nunca llegarás a ser chef”.

Nunca dediqué demasiado tiempo a pensar en eso. Lo superé de inmediato. Como la muerte de Abuelo, como el divorcio… como todo momento de mi vida en que mi estado emocional corría peligro de desequilibrarse. Lo superé.

¿Y si también fracasaba como economista? Tengo las mismas ganas de recibirme ahora, que de cocinar de niña. Mis expectativas son las mismas. Las posibilidades de fracaso también. Muchas.

¿Qué si fallo de nuevo? Esta vez sería imposible de ignorar. Esta vez acarrearía consecuencias tétricamente factibles. Esta vez lloro.

Mi boca se pegotea. De mi garganta brota un rugido. Las lágrimas fluyen. Las mismas lágrimas que retengo desde que me reprendieron por jugar en la calle. Las mismas lágrimas que se escondieron cuando corté con Novio1. Las mismas lágrimas que oculté durante toda mi vida.

Y finalmente me doy cuenta: nada tiene sentido. Mi supuesta “bella y felíz” existencia no es más que un escudo, una perspectiva que auto-impongo para ignorar que mi vida es solo un triste estado vacío que me otorgó la naturaleza azarosamente. Lo negué por demasiado tiempo. La vida es una mierda.